El jugador más ganador en la historia del club estuvo mano a mano con De Primera. Su llegada a Maroñas pese a que no pasó la primera prueba, el debut, los títulos que lo transforman en ídolo y su actual momento en Internacional, donde más allá de la distancia continúa siguiendo a la franja negra.
¿Cómo llegaste desde el Norte del país a Danubio?
Yo jugaba en Rivera en un club que se llamaba Artigas. Vine a hacer una prueba a cuarta división, entrené dos días y el técnico que estaba en ese momento me comentó que ya tenía jugadores con esas características.
Las personas que me trajeron hablaron con Eduardo Del Capellán y le pidieron permiso para que entrenara en tercera. La intención más que nada era moverme porque el lunes me iba a Wanderers y de no quedar volvía a Livramento. El sábado me presenté en el complejo de Danubio y justo ese día un defensa central no fue, Del Capellán me puso contra la Mutual y terminado el partido me preguntó cual era mi situación. Una vez que le conté me dijo: “No te vas de ninguna manera. Quedate y volvé el lunes”. Así empezó mi historia con “la franja”.
¿Siempre de zaguero?
Arranqué de golero pero un día vino mi viejo que también fue jugador de fútbol y me dijo: “en el arco sos un desastre, tu puesto es de central”. Justo cuando me fue a ver me comí como setenta goles por abajo. Yo tenía un entrenador amigo mío, Miguelito Lemes que me puso de lateral y de defensa. Me terminó encantando y jugué siempre ahí.
Hasta qué un día llegó el debut en Primera…
Sí, fue contra Tacuarembó en el Goyenola (9/6/2001) que entré por Eber Moas y como titular lo hice ante Fénix en una Liguilla. El primer día que concentré era todo nuevo, me acuerdo que nos quedábamos en un hotel y estuve un montón de rato sin luz porque no sabía que tenía que usar las tarjetas.
Aprendí mucho de Eber (Moas) y Polillita (Da Silva). A Ruben lo vi infiltrarse en una final con Nacional, fue impresionante. Después de eso cuando me lesioné en mi carrera, me marcó tanto que cuando me pasó a mi me acordaba constantemente de esa situación. No quería salir por nada.
Ganaste diez títulos con Danubio, incluidos tres Uruguayos. ¿Es posible elegir uno?
Es difícil porque todos los disfrutamos muchísimo, pero en el 2004 nos sacamos una gran mochila. Esos golpes que tuvimos en 2001 y 2002 fueron muy duros (finales perdidas con Nacional) y son partidos que también tenés que aprender a jugarlos. Por eso si bien todos son muy lindos, ese año demostramos lo que habíamos aprendido, nos fortalecimos como grupo y fue una gran revancha: mismo rival, en nuestra casa y con aquel recordado gol en la hora.
Más allá del trabajo para alcanzar tantos logros. ¿Había cábalas?
Era terrible (risas). Había una canción que tenía que escuchar sí o sí. Es más, en el Clasificatorio 2004 contra Plaza Colonia (Danubio sale campeón en el Suppici) nosotros ya estábamos haciendo el calentamiento. Me arrimo al profe y le digo: “Me voy al vestuario porque no escuché la canción y no estoy bien”. Era un CD, no podía adelantarlo y era la tercera o cuarta, imaginate lo que demoré.
Hagamos sensación nuevamente el tema…
“La sandunguita” de Alex Stella (https://www.youtube.com/watch?v=Zag_NByU1Eg), otro gran hincha de Danubio. Me acuerdo que ese partido había una cantidad de gente impresionante, pero no podía no regresar al vestuario.
En su momento como capitán, hoy más como técnico. ¿Qué se pueden ver de los entrenamientos que por ejemplo no vea un hincha o un periodista?
Que el jugador esté pronto… Recuerdo que en Danubio le pegué de atrás en la cabeza a Horacio Sequeira, se paró, me encaró y nos hizo el gol. Ahí le dije a Leonardo Ramos: “Leo, éste ya está”. Las prácticas en lo personal siempre lo tomé para “medir” a los jugadores. A Daley Mena lo mataba a patadas y no aflojaba. Una vez Cafú lo fue a marcar, lo agarró y se quedó con el chaleco en la mano. No se como hizo, pero el colombiano se escapó y siguió corriendo.
En base a lo que ganaste como jugador, la semana pasada en “De Primera” Diego Perrone marcó como una falta de respeto no haberte incluido en la lista de la Comisión de Nomenclatura, que tuvo el objetivo de ponerle nombres a las tribunas de Jardines del Hipódromo. ¿Te molesta que no se te tenga tan presente en algunos aspectos?
Sería hermoso un reconocimiento de ese tipo, pero hay muchos jugadores que hicieron historia por el club. En lo personal me quedo con el valor que me dan mis compañeros y por supuesto, la gente. Te he nombrado a Eber Moas y Ruben Da Silva, pero sin dudas Diego Perrone es otro. No es solamente el goleador histórico, Diego es Danubio y merece todo nuestro respeto como jugador y como persona.
¿Alguien de Danubio se comunicó contigo luego de retirarte?
Sí, estuve medianamente cerca de ser técnico, me lo propusieron, pero en definitiva tampoco estaba preparado. Obviamente que el tiempo dirá, si se da bienvenido sea, pero sinceramente no espero nada de nadie, más de la manera que me fui del club. El proyecto con Medina no me deja pensar mucho más, pero imagino que después de cumplir ciertos objetivos, proyectos o tiempo iré viendo. No me quiero desenfocar.
¿Cómo ves a la institución actualmente?
Sin dudas se vivió una situación muy difícil, pero tengo varios amigos en el club que estuvieron poniendo la cara en un momento muy complicado. Volvieron a Danubio, juntaron fuerzas para sobrellevar el momento que era durísimo y se la jugaron en una divisional que es bravísima, sumado a la responsabilidad que era el cuadro más grande de la categoría.
Ahora si bien estoy trabajando en Internacional estoy atento a todos los partidos y espero que estos jugadores que el año pasado lograron el objetivo sean reconocidos como merecen.
Si bien jugaste en otros equipos, tuviste varias etapas en Danubio. ¿Qué significa el club para vos?
Fue, es y será todo en mi vida. Desde el inicio en la pensión, la casita en Veracierto, las idas al Geant en bicicleta para ir a entrenar. Luego ni hablar que el sueño de concentrar, jugar en primera y salir campeón.
Aún sigo pendiente de todos los partidos, que jugadores llegan y cuales se van. Soy hincha de Danubio y lo voy a ser hasta el último día.
Gracias, capitán…
Vamos Danubio Todavía.