Desde Estados Unidos, Pablo “Bola” Lima habló absolutamente de todo. Sus inicios en el franjeado, los goles inolvidables, títulos que lo hacen ídolo y la decisión por la cual se alejó del cargo de director deportivo en 2017. Actualmente es propietario de una Academia de fútbol en Miami.
Te criaste en La Teja. ¿Cómo llegas a Danubio?
Yo empecé en Defensor Sporting y luego pasé a River Plate. En ambos equipos quedé libre y me animé a probarme en Danubio. Me presenté a aspirante como uno más y a los dos días de haber entrenado empecé la pretemporada con Daniel Martínez como técnico.
En 2001 debutaste en Primera. ¿Qué recordás de aquel momento?
Lo hice contra Fénix un domingo en Jardines. El jueves me enteré que iba a jugar, Jorge Fossati habló conmigo. Más allá de los nervios lógicos del debut, el proceso de Tercera a Primera fue muy bueno y era seguir un mismo camino. Tenía la responsabilidad de la pelota quieta y no olvidarme de las jugadas preparadas, así que traté de tomármelo con tranquilidad, de lo contrario se ponía bravo (risas).
¿Creías posible lograr todos los títulos que se consiguieron?
Tuvimos un muy buen plantel en 2001, 2002, 2003, pero en 2004 nos juntamos todos los que habíamos hecho formativas y explotamos. Ese año ganamos absolutamente todo y se empezó a nombrar a Danubio de otra manera. Veníamos como los “cagones” que perdieron las finales con Nacional y de ahí al 2007 logramos un título tras otro, nos faltó únicamente el 2005. Fue muy lindo devolverle al club un poco de los que nos dio a nosotros.
Y de esos títulos, especialmente los Uruguayos. ¿Con cuál te quedas?
Los tres que gané fueron muy importantes y marcados en mi vida. Me es imposible quedarme con uno porque se formaron grupos con sus respectivos cuerpos técnicos que eran excelentes. Realmente elijo a cada uno de ellos, son inolvidables y únicos.
Los goles también son únicos. ¿Qué tres te parecen los más importantes de tu carrera?
Con la Selección el más importante fue contra Costa Rica en la Copa América que nos puso entre los cuatro mejores. En Danubio sin dudas elijo el de San José, por lo que valió ese día y por todo lo que significó. Para completar me quedo con uno de Vélez que me encanta. Se lo hice a Lanús en el Amalfitani y ganamos en la hora. Los hinchas me lo recuerdan muchísimo.
Los tres goles que me nombraste fueron de pelota quieta… ¿Fue un don o la practicabas?
Siempre le pegué bien a la pelota, no te voy a mentir, pero lo perfeccioné desde muy chiquito. Estaba horas practicando con la derecha, la izquierda y cuando llegué a Primera División continué. Es más, ahora sigo practicando, es como una adicción que tengo con la pegada. Me gusta muchísimo y fue una de las virtudes que me acompañaron en mi carrera.
En Danubio hiciste gran parte de tu trayectoria como futbolista y luego seguiste como director deportivo. ¿Cuál es el motivo por el que no continuaste?
No me cerraron muchísimas cosas, no me entendieron lo que quería hacer y tampoco les interesaba, excepto a algunas personas. Tampoco les convenía que se hiciera el trabajo como corresponde porque corté muchos negocios que había dentro del club, mucha joda que terminé como el malo de la película. Era imposible acomodar en un año a una institución que venía en caída y no lo digo ahora que pasó lo del descenso, lo decía en ese momento y me decían que estaba loco. Puede pasar que tomes una decisión y te equivoques, pero no con segundas intenciones o con intereses propios. Nadie está por encima de Danubio, es el club de mi vida.
Por suerte ahora con la llegada de Arturo ha mejorado mucho la situación.
Luego de esa etapa vas a Miami. ¿Cómo llegaste?
Cuando vi que mi ciclo como director deportivo de Danubio había terminado prematuramente, tomé la decisión de poner un negocio personal y se dio la posibilidad de hacerlo en Estados Unidos. Hace cuatro años que estoy, va todo muy bien y creciendo.
¿En qué consta?
Es una Academia de fútbol que desarrolla jugadores. No es un nivel para que jueguen en la MLS, pero sí para que vayan a universidades. Tengo chicos de 8 a 17 años que pagan su cuota mensual, juegan campeonatos de liga y participan de showcases que sirven para que distintas universidades los recluten y a través del fútbol sean becados. Es una buena herramienta para el desarrollo profesional y personal de cada uno de ellos y también un alivio para el bolsillo de sus padres, ya que acá el costo para estudiar en una universidad es altísimo.
Pablo Lima, el de la zurda que llenó Maroñas de gloria, al que transmite su pasión por el fútbol en Miami.